El Quijote
Nos miramos un largo rato, la dejé cargarme, me llevó muy lejos y después
se fue.
Volvió una mañana y a pesar del llanto,
que yo no entendí, fui otra vez con ella.
Hoy, ha pasado el tiempo, y cada
mañana mueve mi estructura de derecha a izquierda y entre las sombras yergo mi hidalguía para tenerla cerca, para
que ella lustre mi lanza y limpie mis barbas mientras aviva el fuego de la
chimenea que le da sostén a mi cuerpo erguido de Quijote oscuro, de barro
cocido que la vive amando…
Silvana
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